Beyoncé desata una ‘guerra civil’ al reclamar las raíces negras del country en ‘Cowboy Carter’

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Bey The Boss : r/beyonce

Ha estallado una nueva guerra civil norteamericana. Y nos referimos a una de esas guerras clásicas USA, con sombreros cowboy, botas camperas, caballos y un montón de banderas ondeando. Una disputa que ha abierto de nuevo heridas culturales, ha evidenciado la problemática racial que vive el país y ha puesto en el punto de mira la mala memoria histórica que acostumbra a tener gran parte de su población. Exacto, Beyoncé ha lanzado un álbum country. Y es que ya se sabe que cuando Queen B saca un álbum, nunca es solo un álbum. El pasado 29 de marzo, se lanzó Cowboy Carter, el octavo álbum de estudio de la estadounidense, que la convirtió en la primera mujer negra de la historia en llegar al top 1 de las listas de country de su país. Cosa que levantó ampollas tanto en conservadores como en artistas de su propio gremio como Azealia Banks.

Pero para entender este disco, su mensaje y su impacto, necesitamos algo de contexto. Cowboy Carter, también llamado Act II: Cowboy Carter, es la segunda entrega de una trilogía que Beyoncé empezó a desarrollar durante la pandemia. Su Act I, o primera parte, fue el éxito de ventas, y de estadios, lanzado en julio de 2022 bajo el título Renaissance, y que logró estar catorce semanas consecutivas en el Billboard Top 10 de ese año. En esta primera parte de un proyecto que va más allá que la música, Beyoncé señalaba y reivindicaba las raíces negras y queers del disco, el house y la cultura ballroom. Pero lo que nadie había barajado era que en su segunda entrega abandonaríamos la pista de baile y el hedonismo y pasaríamos a la polvorienta arena de un rodeo.

Subida sobre un caballo blanco, luciendo un traje de rodeo de látex en blanco, azul y rojo, con un sombrero vaquero del que brota al viento una melena rubia casi blanca y sujetando una bandera estadounidense: así nos miraba Beyoncé. ¿Era una sátira abrazar esta estética más propia del imaginario de los nostálgicos de la América confederada? ¿Viene a perturbar con su fiesta y hedonismo el tradicional country? ¿O es que quiere eclipsar a otros artistas negros que llevan años consagrando su carrera a este género como Brittney Spencer? Todo el mundo parecía reclamar su derecho a la pataleta, pero fueron sus siempre fieles fans quienes se vieron obligadas a poner luz sobre la cuestión.

Como bien dijo Doreen St. Félix en su artículo en el The New Yorker: «La declaración que acompañaba las imágenes de Cowboy Carter trataba sobre la recuperación cultural». No se trataba de un intento de reapropiación, negando el trabajo de otros artistas negros o las virtudes de aquellos blancos que han triunfado, ni tampoco de un oportunismo capitalista para sacar rédito del género. Se trataba de recuperar los sonidos y la tradición de una cultura de la que siempre se ha intentado borrar la historia negra y ponerla en lo más alto del mainstream. La propia Beyoncé afirmó durante el lanzamiento de este nuevo trabajo que el mismo nació de una experiencia en la que no se sintió «bienvenida» y que provocó que se metiera más a fondo en la historia de la música country.

¿Pero qué tiene que ver Beyoncé con el country? La rapera y personalidad estadounidense Azealia Banks compartió en su cuenta personal un discurso en total desacuerdo con esta aproximación: «No entiendo toda la atención que está prestando una de las estrellas más importantes del panorama a un club de blancos deliberadamente segregacionista y prácticamente don nadies que nunca te reconocerían».

Es verdad que Queen B. está acercándose a un universo que con los años se ha consagrado en el imaginario colectivo como parte de la cultura más tradicional e inmovilista de los Estados Unidos, y también es cierto que cuando Beyoncé empezó a salirse de las pautas más pop en las que se la encaja, la crítica — formada mayoritariamente por hombres blancos— no le dio el reconocimiento que merecía. Pero en ningún caso su acercamiento con la cultura del sur del país es algo nuevo.

Beyoncé siempre ha sido una orgullosa sureña, en su canción Formation (2016) ya lo dejaba claro «My daddy Alabama, momma Louisiana, you mix that negro with that Creole make a Texas bama». A lo largo de su carrera y vida personal siempre ha tenido acercamientos a este género pero quizás el más sonado, y el que plantó la semilla de Cowboy Carter, fue su actuación en los Premios de la Country Music Association (CMA), donde junto a las conocidas Dixie Chicks, repudiadas en muchos casos por fans del género por su posicionamiento político progresista, interpretó por sorpresa Daddy Lessons.

Después, los incesantes ataques racistas obligaron a la CMA a borrar todo rastro de esa actuación de internet. La periodista Leah Asmelash, en su artículo para la CNN sobre el disco, destacó cómo «el rechazo a la actuación de Beyoncé en la CMA reveló lo que sucede cuando esa historia queda enterrada. Aparte de algunos comentarios racistas, otros detractores afirmaron que la estrella no era lo suficientemente patria y la avergonzaron por sus opiniones políticas», poniendo de manifiesto la dureza con la que se juzga este género desde las posiciones más fanáticas.

El origen del country mezcla música folclórica de los colonos europeos con otras afroamericanas como el góspel y el bluegrass

Pero aun así, Beyoncé ha seguido con la estela más reivindicativa de su álbum Lemonade (2016), donde exponía sus raíces y diversas problemáticas raciales. En este caso ha ido a las raíces negras del country. Como bien se sabe, el origen de ese estilo es resultado de la combinación de música folclórica de los colonos europeos con formas musicales afroamericanas ya muy arraigadas, como el góspel y el bluegrass, y con la instrumentación que trajeron consigo los esclavos provenientes de África, como es el caso del banjo. Según explica Beatriz Navarro, autora del libro Dolly Parton, un retrato americano, nos encontramos ante un «homenaje a sus mayores, a los pioneros de la música country y a los artistas afroamericanos, y también una manera de reinventar y resignificar lo que significa la música country».

Gracias a esto encontramos reminiscencias al Just A Lil’ Bit Country (1981) de Millie Jackson o al Modern Sounds in Country and Western Music (1962) de Ray Charles pero repensados desde la actualidad. Para ello, Beyoncé invita a artistas negros menos conocidos que han hecho del country su carrera, como Tanner Adell, Brittney Spencer, Tiera Kennedy, Reyna Roberts, Shaboozey y Willie Jones. Al mismo tiempo se rodea de grandes nombres del mainstream como son Miley Cyrus, Post Malone, Paul McCartney, Stevie Wonder, Nile Rodgers, Jon Batiste y Rhiannon Giddens, para hacer brillar y acercar a todos los públicos este trabajo. Incluso se podría decir que hay presencia de los Beatles con su cover de Blackbird. Un puente entre tradición y modernidad, entre purismo y mainstream, que la misma Amelash describe como «una historia bien documentada que algunos proveedores del país moderno deciden ignorar».

Críticas también de las feministas

Y como no podía ser de otra manera, incluye también una versión de la que es posiblemente la canción country más popular de la historia: Jolene (1973), de Dolly Parton. Pero esta reinterpretación del tema le ha costado su penúltima polémica.

Raquel Peláez, en su artículo para El País, tilda de retrógrada esta versión. Se trata, cómo no, de una historia de infidelidad. Pero mientras que Parton apelaba a la bondad de la otra mujer, suplicándole que dejara a su hombre (postura que a veces se ha leído como incluso sáfica), Beyoncé decide culpar a la otra mujer de la infidelidad de su marido e ir a machete contra ella. Esto ha hecho saltar las alarmas feministas y preguntarnos por qué una mujer tan avanzada como Beyoncé podría tener una postura tan anticuada. Y aunque Parton la ha felicitado por su versión, las redes no han tardado en inundarlo todo de memes y tiktoks sobre el tema.

Sea como sea, esta nueva entrega de la trilogía más reivindicativa y experimental de la carrera de Beyoncé, no solo trae consigo nuevos temas que darán banda sonora a nuestro año, sino que también abre conversaciones, en ocasiones incómodas y con juicios morales incluidos. Pero le pese a quien le pese, la única verdad que prevalece es la que bien apunta Leah Asmelash: «Si alguna vez fue rechazada por el género, ahora ha galopado hacia la frontera de la música country, plantando su bandera y redefiniéndola a su propia imagen tejana».

Ha estallado una nueva guerra civil norteamericana. Y nos referimos a una de esas guerras clásicas USA, con sombreros cowboy, botas camperas, caballos y un montón de banderas ondeando. Una disputa que ha abierto de nuevo heridas culturales, ha evidenciado la problemática racial que vive el país y ha puesto en el punto de mira la mala memoria histórica que acostumbra a tener gran parte de su población. Exacto, Beyoncé ha lanzado un álbum country. Y es que ya se sabe que cuando Queen B saca un álbum, nunca es solo un álbum. El pasado 29 de marzo, se lanzó Cowboy Carter, el octavo álbum de estudio de la estadounidense, que la convirtió en la primera mujer negra de la historia en llegar al top 1 de las listas de country de su país. Cosa que levantó ampollas tanto en conservadores como en artistas de su propio gremio como Azealia Banks.

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